martes, 31 de mayo de 2016

La estética gramatical (opinión), por Gabriel Zas


La estética gramatical

Por Gabriel Zas



 ¿Se dice "la juez o la jueza? Esta duda me surgió a partir de una nota que leí en un medio local, pues el artículo en cuestión, de carácter político, decía " La juez de la causa..." y, sinceramente, me sonó insoportablemente incoherente, confuso y razonablemente sin sentido. No estoy afirmando que este modo sea incorrecto, pero tampoco lo contrario. Rechacé su composición desde un comienzo porque en el imaginario colectivo está instaurada la expresión la jueza  y no la juez, como aludía el medio. Cuando investigué cuál era la acepción apropiada, me sorprendí del resultado alcanzado: ambas son considerablemente valederas. Pero pensemos un poco en esta regla, ¿Cuál de las dos formas queda más elegante al ojo humano si tenemos en cuenta, además,  la estructura del relato, la construcción discursiva y lo que se pretende transmitir? Todos coincidirían en que la jueza, ¿Por qué? No por una cuestión de capricho personal, sino por una cuestión de estética narrativa: el texto queda mejor presentado, la indicada forma expresiva no desluce al resto de las palabras ni al sentido ni al desarrollo del mismo, contrariamente lo enriquece arduamente y le otorga un plus valorativo y ético. Obviamente, el punto crítico de esta idea está forjado por la infalible idoneidad del comunicador, quien explicitará receptivamente lo que más crea conveniente, pero es correctamente asertivo inferir que el éxito del relato dependerá inexorablemente del perfecto uso y aplicación de muchas palabras, modismos, aforismos, citas, referencias y fundamentalmente del lenguaje, factor trasversal a toda la lógica de pensamiento que arma y moldea el texto. Lo más seguro es que el lector acepte la jueza porque leer la juez le produciría, como fue mi caso, un fuerte dolor de cabeza.
No puedo sin embargo hacer vista ciega al hecho de que cada país tiene sus costumbres gramaticales. Si vamos, por poner un ejemplo determinado, a Perú y le decimos vos, en reemplazo de , a cualquier nativo de ese país, lo más apto es suponer que tome ese vocablo como incorrecto y lo adopte como un "insulto dialéctico", cuando verdaderamente no es ni una cosa ni la otra, y claro está, viceversa. Si un habitante de un país extranjero visita Argentina y nos trata de , nosotros también lo miraríamos extrañados, aunque el éxodo turístico nos habitúe a esa tendencia a lo largo del tiempo, tanto para un caso como para otro. Naturalmente, esto lo expuse para ejemplificar una generalidad, ya que la misma idea es aplicable a miles de palabras y regiones de todo el mundo.

¿Asambleísta o asambleario?  Acá tenemos otro ejemplo clarificador. Ambas dicciones son correctas. Pero en Argentina y otras partes del mundo utilizamos asambleísta, cuando en otros rincones del planeta hacen uso del segundo término. Claramente, lo que es válido para unos no lo es para otros. Pero saber qué manera será la justa estará delimitado por la construcción discursiva,  por su formalidad y temática, y por la creencia popular, ante todo. La estética gramatical es un ritual colectivo y está atravesado por el tabú del inconsciente.

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