La estética gramatical
Por Gabriel Zas
¿Se dice
"la juez o la jueza? Esta duda me surgió a partir de una nota que leí en
un medio local, pues el artículo en cuestión, de carácter político, decía
" La juez de la causa..." y, sinceramente, me sonó insoportablemente
incoherente, confuso y razonablemente sin sentido. No estoy afirmando que este
modo sea incorrecto, pero tampoco lo contrario. Rechacé su composición desde un
comienzo porque en el imaginario colectivo está instaurada la expresión la jueza
y no la juez, como aludía el
medio. Cuando investigué cuál era la acepción apropiada, me sorprendí del
resultado alcanzado: ambas son considerablemente valederas. Pero pensemos un
poco en esta regla, ¿Cuál de las dos formas queda más elegante al ojo humano si
tenemos en cuenta, además, la estructura
del relato, la construcción discursiva y lo que se pretende transmitir? Todos
coincidirían en que la jueza, ¿Por
qué? No por una cuestión de capricho personal, sino por una cuestión de
estética narrativa: el texto queda mejor presentado, la indicada forma
expresiva no desluce al resto de las palabras ni al sentido ni al desarrollo
del mismo, contrariamente lo enriquece arduamente y le otorga un plus
valorativo y ético. Obviamente, el punto crítico de esta idea está forjado por
la infalible idoneidad del comunicador, quien explicitará receptivamente lo que
más crea conveniente, pero es correctamente asertivo inferir que el éxito del
relato dependerá inexorablemente del perfecto uso y aplicación de muchas
palabras, modismos, aforismos, citas, referencias y fundamentalmente del
lenguaje, factor trasversal a toda la lógica de pensamiento que arma y moldea
el texto. Lo más seguro es que el lector acepte la jueza porque leer la juez
le produciría, como fue mi caso, un fuerte dolor de cabeza.
No puedo sin embargo hacer vista ciega al hecho de que
cada país tiene sus costumbres gramaticales. Si vamos, por poner un ejemplo
determinado, a Perú y le decimos vos,
en reemplazo de tú, a cualquier nativo
de ese país, lo más apto es suponer que tome ese vocablo como incorrecto y lo
adopte como un "insulto dialéctico", cuando verdaderamente no es ni
una cosa ni la otra, y claro está, viceversa. Si un habitante de un país
extranjero visita Argentina y nos trata de tú,
nosotros también lo miraríamos extrañados, aunque el éxodo turístico nos
habitúe a esa tendencia a lo largo del tiempo, tanto para un caso como para
otro. Naturalmente, esto lo expuse para ejemplificar una generalidad, ya que la
misma idea es aplicable a miles de palabras y regiones de todo el mundo.
¿Asambleísta o asambleario? Acá tenemos otro ejemplo clarificador. Ambas
dicciones son correctas. Pero en Argentina y otras partes del mundo utilizamos
asambleísta, cuando en otros rincones del planeta hacen uso del segundo
término. Claramente, lo que es válido para unos no lo es para otros. Pero saber
qué manera será la justa estará delimitado por la construcción discursiva, por su formalidad y temática, y por la
creencia popular, ante todo. La estética gramatical es un ritual colectivo y
está atravesado por el tabú del inconsciente.
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