Sería impertinente comenzar esta
breve opinión si no evocase un concepto de Roland Barthes que fue el disparador
e inspirador de las siguientes líneas. Él afirmaba que la lengua es fascista ya
que nos impone una regla de adecuación lingüística de la cual se nos es
imposible escapar. La lengua es fascista porque nos obliga a decir, nos limita
a ese decir con un estatuto potentemente riguroso, nos domina en todas sus
formas, pero que, no obstante, el semiólogo al principio mencionado la desafía
y se atreve a tenderle trampas. El engaño madre lo denomina literatura y a través de ella se vale de
tres fuerzas para lograr su cometido. En cada uno de esos ímpetos hay una
liberación promovida por un desplazamiento que proporciona todas las garantías
de libre expresión e invoca un poderío explícito de nuevas normas del lenguaje
que la lengua no es capaz de detectar en la mayor de sus vicisitudes.
Entonces,
a partir de esto, se me ocurre trasladarlo al ámbito de las noticias y
plantearme convenidamente si la noticia propiamente dicha es fascista y los
otros géneros periodísticos son las fuerzas alternativas para hacerle trampa.
La
noticia tiene como características esenciales la frivolidad, la síntesis, el
relato de los hechos debe ser redactado sin puntos seguidos valiéndose
solamente de comas y conectores, no se permiten gerundios, párrafo partido y
sobre todo, lenguaje vulgar y asequible. A estas enumeraciones sumémosle el medio para
el que es escrita y presentada porque cada medio de comunicación tiene su
estilo: “Los verbos tienen que ser así y así”, “No podés usar tal o cual
palabra”, “No uses adverbios ni palabras de complejo entendimiento…”, etc., y taladran la cabeza del periodista con estas
limitaciones que lo único que logran es encerrarlo en un campo más reducido y
minado de recursos lingüísticos. Entonces, la interpretación que resulta de
esto es que, tanto la estructura base de la noticia como el medio, imponen
normas operativas de construcciones simbólicamente ideológicas y de
construcciones sintácticas, respectivamente.
Es como ser un prisionero y estar encerrado
en una celda aislada y sin ventilación las veinticuatro horas del día. Va a
llegar un momento en que tanto encierro va a agobiar a su asilado y va a
producir una reacción desesperante en aquél que lo va a empujar a recurrir a
recursos pocos ortodoxos, pero legalmente válidos, para enfrentar y derrotar
ese gran imperio fascista que lo mantiene atrapado en condiciones no deseables.
¿Y qué hace, entonces? Un boquete. Y para construirlo las normas las asigna él
sin pedirle permiso a nadie. Llamemos al túnel “crónica”, y si se quiere juzgar
sobre el método con libre voluntad de crítica, llamemos a ese privilegio “Nota
de opinión”. La celda de la noticia, tan herméticamente cerrada y expuesta a
vigilancia continua, fue transgredida de una forma completamente aceptable. A
posteriori, podrán evaluar si el comportamiento fue o no el indicado para,
posteriormente a partir de este punto, incidir en una mejora edilicia. Pero eso
no garantiza la máxima seguridad ni la plenitud del resguardo exigido. Señoras
y señores, la noticia fue engañada y vulnerada, y el resultado de esa
vulnerabilidad es un exquisito postre que se saborea de principio a fin.
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