viernes, 27 de mayo de 2016

La noticia es fascista, por Gabriel Zas (opinión)


Sería impertinente comenzar esta breve opinión si no evocase un concepto de Roland Barthes que fue el disparador e inspirador de las siguientes líneas. Él afirmaba que la lengua es fascista ya que nos impone una regla de adecuación lingüística de la cual se nos es imposible escapar. La lengua es fascista porque nos obliga a decir, nos limita a ese decir con un estatuto potentemente riguroso, nos domina en todas sus formas, pero que, no obstante, el semiólogo al principio mencionado la desafía y se atreve a tenderle trampas. El engaño madre lo denomina literatura y a través de ella se vale de tres fuerzas para lograr su cometido. En cada uno de esos ímpetos hay una liberación promovida por un desplazamiento que proporciona todas las garantías de libre expresión e invoca un poderío explícito de nuevas normas del lenguaje que la lengua no es capaz de detectar en la mayor de sus vicisitudes.

                Entonces, a partir de esto, se me ocurre trasladarlo al ámbito de las noticias y plantearme convenidamente si la noticia propiamente dicha es fascista y los otros géneros periodísticos son las fuerzas alternativas para hacerle trampa.

                La noticia tiene como características esenciales la frivolidad, la síntesis, el relato de los hechos debe ser redactado sin puntos seguidos valiéndose solamente de comas y conectores, no se permiten gerundios, párrafo partido y sobre todo, lenguaje vulgar y asequible.  A estas enumeraciones sumémosle el medio para el que es escrita y presentada porque cada medio de comunicación tiene su estilo: “Los verbos tienen que ser así y así”, “No podés usar tal o cual palabra”, “No uses adverbios ni palabras de complejo entendimiento…”, etc.,  y taladran la cabeza del periodista con estas limitaciones que lo único que logran es encerrarlo en un campo más reducido y minado de recursos lingüísticos. Entonces, la interpretación que resulta de esto es que, tanto la estructura base de la noticia como el medio, imponen normas operativas de construcciones simbólicamente ideológicas y de construcciones sintácticas, respectivamente.

                  Es como ser un prisionero y estar encerrado en una celda aislada y sin ventilación las veinticuatro horas del día. Va a llegar un momento en que tanto encierro va a agobiar a su asilado y va a producir una reacción desesperante en aquél que lo va a empujar a recurrir a recursos pocos ortodoxos, pero legalmente válidos, para enfrentar y derrotar ese gran imperio fascista que lo mantiene atrapado en condiciones no deseables. ¿Y qué hace, entonces? Un boquete. Y para construirlo las normas las asigna él sin pedirle permiso a nadie. Llamemos al túnel “crónica”, y si se quiere juzgar sobre el método con libre voluntad de crítica, llamemos a ese privilegio “Nota de opinión”. La celda de la noticia, tan herméticamente cerrada y expuesta a vigilancia continua, fue transgredida de una forma completamente aceptable. A posteriori, podrán evaluar si el comportamiento fue o no el indicado para, posteriormente a partir de este punto, incidir en una mejora edilicia. Pero eso no garantiza la máxima seguridad ni la plenitud del resguardo exigido. Señoras y señores, la noticia fue engañada y vulnerada, y el resultado de esa vulnerabilidad es un exquisito postre que se saborea de principio a fin.

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