A
vos te hablo, a vos que encendés en faso en la parada mientras aguardas a que
venga el colectivo; a vos que no respetás a quien está detrás o delante tuyo compartiendo
el mismo espacio; a vos que sólo te preocupás por tu bienestar físico y
emocional, y no te importa el resto de las personas; a vos que fumás donde no
debés y te dá igual, porque nadie te recrimina nada. La Ley 26.687 sancionada
en 2011 contempla la penalización severa sobre la difusión del consumo del tabaco,
en materia de cualquier dispositivo publicitario, a modo de impedir que los
fumadores pasivos se conviertan en activos, promoviendo para dicho objetivo la
implementación de diferentes políticas de concientización y reflexión a efectos
de evitar que, sobre todo los menores, prueben ese pequeño vicio anómalo. Pero
lo cierto es que ésa normativa, vigente hace ya seis años, nadie la respeta ni
tampoco la hacen respetar. Si bien es cierto que la publicidad en altos valores
comparativos se disipó, no sirvió como un mecanismo disuasivo para los
fumadores compulsivos, sino que incrementa la necesidad de incorporarlo e
incentiva a los menores de edad a iniciarse en este mundo sin retorno. Según el Programa Nacional de Control del Tabaco, el
33.5% de la población adulta fuma, y el 30% emprende esta experiencia antes de
los 11 años de edad; el tabaco genera más de 100 muertes diarias (40.000 por
año, 6.000 debido al consumo pasivo), y el costo de los tratamientos de
enfermedades vinculadas al dispendio de tabaco oscila los 4.300 millones de
pesos (1.390 millones de dólares estadounidenses) por año, es decir, el 15.5% del
gasto público en salud. El Gobierno sólo recauda 3.500 millones de pesos por
año por impuestos al cigarrillo. Las cifras son alarmantes y no hace falta
agregar nada más. Basta con leer los porcentajes y el gasto que genera.
Además, un
estudio realizado hace algunos años atrás por la Fundación Mundial del Pulmón y la
Sociedad Estadounidense contra el Cáncer, decretó que Argentina es el país con
la mayor cantidad de fumadores de América Latina, y esto se debe a que nuestro
país divisa las tasas de valor de comercialización más bajas del continente: en
Argentina, los cigarrillos son más económicos que en cualquier otro país de
América. No sólo el argentino es el que más fuma, sino que lo hace
desmedidamente y no visualiza los riesgos a los que expone a su organismo, y
para cuando se quiere dar cuenta, ya es demasiado tarde. Es una realidad
galopante que cada vez se dificulta más revertirla, porque nadie va a tomar
conciencia por nosotros.
¿Por qué fuman las personas? Sin dudas, por las mismas
razones que por las que se alcoholizan otras: para evadirse de sus problemas
personales y afectivos, para calmar la angustia, por estrés o simplemente por
puro placer. Pero ese placer los condena a la pesadumbre, porque los
componentes del cigarro los inducen inexorablemente a una adicción
incontrolable e irreversible, y quienes pagan las consecuencias son los
fumadores pasivos. Cuando un fumador activo pita, expulsa un alto porcentaje de
humo, el cual es aspirado por terceros, tras lo que el nivel de toxicidad que
se concentra en su cuerpo es escaso, a diferencia del fumador pasivo que
inevitablemente inhala esa mayor proporción de la nube tóxica depuesta, lo que
acarrea una serie de desórdenes orgánicos altamente mayores a los que es
sometido el primero. El cigarrillo es un
asesino impiedoso de los fumadores activos, y los fumadores activos son unos
asesinos impíos de los fumadores neutrales y de la sociedad, en general.
Y
vuelvo sobre el acontecimiento concreto que disparó la siguiente reflexión: fumar en las paradas de los colectivos.
Una cosa es expeler mientras uno camina y otra muy diferente es hacerlo estando
quieto y con personas alrededor. La Ley debiera disponer urgentemente un inciso
referido a dicha cuestión, en la que prohíba fumar deliberadamente en una
parada de transporte público, no solamente en las terminales, como lo asume
actualmente. Si nos interesamos por el otro, deberíamos impulsar de alguna
manera clara la propuesta. Y si al Gobierno le interesa la integridad y la prosperidad
de la ciudadanía, entonces se comprometería a promulgarla sin excusas.Ley Antitabaco (texto completo)
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