viernes, 24 de junio de 2016

El mal de los fumadores (opinión), por Gabriel Zas




A vos te hablo, a vos que encendés en faso en la parada mientras aguardas a que venga el colectivo; a vos que no respetás a quien está detrás o delante tuyo compartiendo el mismo espacio; a vos que sólo te preocupás por tu bienestar físico y emocional, y no te importa el resto de las personas; a vos que fumás donde no debés y te dá igual, porque nadie te recrimina nada. La Ley 26.687 sancionada en 2011 contempla la penalización severa sobre la difusión del consumo del tabaco, en materia de cualquier dispositivo publicitario, a modo de impedir que los fumadores pasivos se conviertan en activos, promoviendo para dicho objetivo la implementación de diferentes políticas de concientización y reflexión a efectos de evitar que, sobre todo los menores, prueben ese pequeño vicio anómalo. Pero lo cierto es que ésa normativa, vigente hace ya seis años, nadie la respeta ni tampoco la hacen respetar. Si bien es cierto que la publicidad en altos valores comparativos se disipó, no sirvió como un mecanismo disuasivo para los fumadores compulsivos, sino que incrementa la necesidad de incorporarlo e incentiva a los menores de edad a iniciarse en este mundo sin retorno. Según el Programa Nacional de Control del Tabaco, el 33.5% de la población adulta fuma, y el 30% emprende esta experiencia antes de los 11 años de edad; el tabaco genera más de 100 muertes diarias (40.000 por año, 6.000 debido al consumo pasivo), y el costo de los tratamientos de enfermedades vinculadas al dispendio de tabaco oscila los 4.300 millones de pesos (1.390 millones de dólares estadounidenses) por año, es decir, el 15.5% del gasto público en salud. El Gobierno sólo recauda 3.500 millones de pesos por año por impuestos al cigarrillo. Las cifras son alarmantes y no hace falta agregar nada más. Basta con leer los porcentajes y el gasto que genera.
            
          Además, un estudio realizado hace algunos años atrás por la Fundación Mundial del Pulmón y la Sociedad Estadounidense contra el Cáncer, decretó que Argentina es el país con la mayor cantidad de fumadores de América Latina, y esto se debe a que nuestro país divisa las tasas de valor de comercialización más bajas del continente: en Argentina, los cigarrillos son más económicos que en cualquier otro país de América. No sólo el argentino es el que más fuma, sino que lo hace desmedidamente y no visualiza los riesgos a los que expone a su organismo, y para cuando se quiere dar cuenta, ya es demasiado tarde. Es una realidad galopante que cada vez se dificulta más revertirla, porque nadie va a tomar conciencia por nosotros.

¿Por qué fuman las personas? Sin dudas, por las mismas razones que por las que se alcoholizan otras: para evadirse de sus problemas personales y afectivos, para calmar la angustia, por estrés o simplemente por puro placer. Pero ese placer los condena a la pesadumbre, porque los componentes del cigarro los inducen inexorablemente a una adicción incontrolable e irreversible, y quienes pagan las consecuencias son los fumadores pasivos. Cuando un fumador activo pita, expulsa un alto porcentaje de humo, el cual es aspirado por terceros, tras lo que el nivel de toxicidad que se concentra en su cuerpo es escaso, a diferencia del fumador pasivo que inevitablemente inhala esa mayor proporción de la nube tóxica depuesta, lo que acarrea una serie de desórdenes orgánicos altamente mayores a los que es sometido el primero. El cigarrillo es un asesino impiedoso de los fumadores activos, y los fumadores activos son unos asesinos impíos de los fumadores neutrales y de la sociedad, en general.

          Y vuelvo sobre el acontecimiento concreto que disparó la siguiente reflexión: fumar en las paradas de los colectivos. Una cosa es expeler mientras uno camina y otra muy diferente es hacerlo estando quieto y con personas alrededor. La Ley debiera disponer urgentemente un inciso referido a dicha cuestión, en la que prohíba fumar deliberadamente en una parada de transporte público, no solamente en las terminales, como lo asume actualmente. Si nos interesamos por el otro, deberíamos impulsar de alguna manera clara la propuesta. Y si al Gobierno le interesa la integridad y la prosperidad de la ciudadanía, entonces se comprometería a promulgarla sin excusas.


Ley Antitabaco (texto completo)

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