Me molesta la hipocresía
de quienes se creen una mente superior,
aquéllos que cualquier problema legal
lo solucionan con dinero de por medio,
y se cagan en las leyes y en la sociedad misma.
Me molesta que un boludo
cagó a un país entero a través de licitaciones y contratos fraudulentos
en complicidad directa con varios organismos estatales,
vaciando así la identidad moral de una Nación;
seguramente riéndose de nosotros, porque él se permitía todos los lujos,
regocijándose de placer en alguna de sus tantas propiedades,
¿quién sabe en cuál de todas ellas?,
alguna de las tantas que tiene dispersas a lo largo del territorio nacional.
Pero más boludo es el argentino, que dejó que eso fuese posible.
Y también me molesta que lo niegue, aunque públicamente lo admita
sólo para zafar de la cárcel y obtener beneficios jurídicos y legales a su provecho personal.
Ésa sinceridad es tan falsa como sus soberbias declaraciones e inútiles excusas baratas.
Y a su vez me molesta que la Justicia actúe lenta, como si lo hiciera adrede. ¿Pero, en Argentina?
No, eso es imposible, si el argertino es absolutamente decente (perdón al argentino realmente decente y honesto).
La Dueña, quien nos ridiculizó frente al mundo entero
y nos hizo quedar como su querido Gobierno, y digo esto
para unificar una misma metáfora en dos términos diferentes, y así
evitar pronunciar una palabra grosera, que en este caso
define a la perfección millones de cuestiones vinculadas a tal figura política.
La Dueña, ésa mujer que se llenó los bolsillos con Guita nuestra,
y era tanta que decidió abrir hoteles en Santa Cruz, además de gastarlas
en políticas turbias y sospechosas, que no me atrevo a enumerar porque
sería desperdiciar líneas en cosas de las que todos tenemos público conocimiento;
esos negocios le redituaron un patrimonio excesivo
y encima nos lo echó en cara haciéndose la buenita,
amparándose en el Poder, en la impunidad y en los brazos de la corrupción.
Así también me molesta la corrupción misma,
reflejada en el lavado de dinero, en las sociedades secretas,
en el narcotráfico, en las fuerzas públicas, en las políticas implementadas,
en las promesas sin cumplir, en la confianza del argentino, que fue pisoteada;
en los miles de negocios ilegales, en los medios de comunicación, en las leyes y la Justicia,
como así también en el seno de la sociedad misma.
Pero lo que más me molesta
es el argentino que eligió ése modelo,
enceguecido por la arrogancia y el narcisismo
emponderado dentro del propio Régimen político.
Ellos nos mintieron, nos lavaron el cerebro
y muchos, por muy triste que resulte, cayeron en ésa tertulia nefasta.
Es lamentable que muchos argentinos hayan abierto el camino
para permitir que todo eso fuese posible.
Brindemos por eso. Al gran boludo argentino, ¡salud!
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